21 de febrero de 2012

La gema de Argaryen

Lîzeth miró a su oponente con soberbia.
- Ni se te ocurra pensar por un sólo instante que vas a acabar conmigo con ese truco de pacotilla.
La hechicera se levantó y sacudió la tierra de su túnica. Valthor era poderoso, pero no iba a dejarle ganar por el mero hecho de que nunca nadie lo hubiera conseguido. Él rió a carcajadas.
- Por favor, hechicera, no me hagáis reír.
Con un movimiento seco de muñeca, lanzó a Lîzeth por los aires y la estrelló contra una pared. Ella, dolorida, volvió a levantarse.
No podía dejar que Valthor se saliera con la suya. No. Eso era impensable. Si el mago llegaba hasta la gema de Argaryen, quién sabe lo que haría con tanto poder en sus manos.
Aquella piedra preciosa concedería un poder tan inmerso a su portador, que sería capaz de destruir el mundo. En buenas manos, la gema era un sustento para Gaia. Cuando el hombre le hacía daño, tomaba energía de la joya para regenerarse. Sin ese pequeño -en apariencia- apoyo, el deterioro de Gaia adquiriría una velocidad vertiginosa.
- Retrocede, Valthor. O…
- ¿O qué? ¿Váis a lanzarme algún hechizo? No me harán ni cosquillas.
Una sonrisa irónica surcó los labios de Lîzeth.
- Ha pasado mucho desde que yo fuera vuestra aprendiz.
Acto seguido, la joven alzó los brazos y creó en sus manos una esfera llameante que lanzó al mago. Éste, que ni por un instante esperaba aquel poder de su ex alumna, cayó al suelo de espaldas.
- Se acabaron los juegos.
La ira rebosaba en la voz del mago mientras se ponía en pie. Ambos combatientes adoptaron una posición defensiva. Lîzeth desafió a su maestro con la mirada.
- Que empiece la batalla.
Valthor agitó su báculo en el aire y una ráfaga luminosa salió disparada hacia la joven, pero no llegó a golpearla: Lîzeth creó a su alrededor una barrera protectora.
- ¿Vas a esconderte detrás de un escudo mágico? Muy valiente, desde luego…
El rostro de la hechicera se tornó sombrío.
- ¡Ya está bien, bastardo! ¡No te harás con la gema!
Lîzeth inspiró profundamente, y toda su aura se incendió. Daba la sensación de que estaba envuelta en llamas. Cerró los ojos y concentró todo su poder en las manos. En menos de un par de segundos, Lîzteh estaba lista para atacar.
Apenas Valthor se percató de las intenciones de su oponente, invocó toda su magia al igual que ella.
Acto seguido, ambos proyectaron el uno contra el otro toda su energía. Los hechizos se encontraron a mitad de camino y se enzarzaron en una cruenta batalla por destruir al agresor.
La expresión de Lîzeth mostraba el esfuerzo sobrehumano que estaba llevando a cabo. Sin embargo, a pesar de lo que pudiera pensarse al respecto, Valthor no se quedaba atrás. Era, sin lugar a dudas, el enfrentamiento más feroz que se hubiera vivido en el reino de Oxel.
Tras momentos de tensión,  un alarido desgarró el aire. Uno de los combatientes cayó al suelo, exento de cualquier rastro de vida.  El ganador no sonrió, sino que abandonó el cuerpo sin vida de su adversario y se alejó del lugar.

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