17 de febrero de 2012

Felonía

El cielo había estado descargando agua con furia sobre las calles de la ciudad, una ciudad que había sufrido un apagón y cuya única iluminación era la sonrisa traviesa y perlada de la luna aquella heladora noche de Enero.
                Los callejones se habían convertido en un lugar peligroso para los pocos que aún vagaban por la calle, y la oscuridad escondía esos peligros en sus entrañas. La ciudad entera estaba envuelta en sombras, salvo algunos resquicios que se tornaban plateados bajo la hermosa luz de la luna.
A través de la niebla que empezaba a caer sobre el asfalto mojado, una joven caminaba con paso firme y sonoro sobre sus botas negras de tacón de aguja. El agua se escurría por su pelo liso y de color anaranjado, en contraste con su gabardina a juego con las botas. Esta prenda llegaba hasta por encima de las rodillas de la chica, dejando entrever una fracción de su nívea piel. Sus manos, zambullidas en los bolsillos del abrigo, salieron al exterior y se escondieron en su nuca; desabrocharon un colgante de plata y lo sostuvieron en el aire un segundo. Los hombros de la muchacha se sacudieron en un leve llanto y perlas delicadas y cristalinas rodaron por sus mejillas. Volvió a  meter las manos en los bolsillos tras enjugar las lágrimas. Enredado a los dedos de la mano derecha estaba el recuerdo del motivo de su tristeza.
- ¡Jackie! – gritó alguien a su espalda.
Ella alzó la cabeza, dejando entrever los círculos negros de maquillaje arrasado por lágrimas y agua que había en torno a sus ojos. El pelo se le pegaba a la cara y lo ahuecó con la mano izquierda para que cubriera un poco sus rasgos. Aceleró el paso sin mirar atrás. ¿Para qué mirar atrás? Ya sabía que lo que iba a oír serían más mentiras.
- ¡Vamos, Jackie! No hay luz en las calles, cae la niebla… ¡No puedes estar a la intemperie o…!
-¡¿O qué?! ¿Me resfriaré? ¿En serio crees que me importa lo más mínimo resfriarme cuando acabo de enterarme que mi mejor amiga se ha estado tirando al hombre con el que me iba a casar?
Jackie había frenado en seco y girado sobre sus talones, tan bruscamente que a la chica morena que la seguía corriendo no la dio tiempo a reaccionar. Ésta agachó la cabeza al oír las palabras de su amiga.  Jackie seguía observándola, impasible.
- Sigo sin poder creer que hayas sido capaz de hacerme algo así.
- Jackie yo…
El sonido de una bofetada inauguró de nuevo el silencio. La morena se llevó una mano a la mejilla dolorida mientras la pelirroja guardaba su arma en el bolsillo derecho, rebuscando algo.
- Lo sientes, ¿no? – rió, irónica. – Ya, claro…  No va a hacerme falta nunca más. Que os vaya bien a Sergio y a ti.
La chica de la gabardina arrojó el delicado colgante de plata al suelo. Se dio la vuelta y siguió caminando hasta desaparecer entre los jirones de niebla. Por su cara seguían resbalando perlas cristalinas, naciendo en sus ojos y muriendo en el suelo… al igual que todos los sueños de los que Sergio y Mónica se habían estado burlando.

1 comentario:

  1. Me gusta la manera de escribir :) No es aburrida, pero es tan poética... Oins :3

    Te seguiré espiando por aquí^^

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