29 de febrero de 2012

Cazador cazado.

Los cazadores recorrían el bosque tras el rastro de la criatura. Todas sus esperanzas estaban puestas en encontrarla, en vengar la muerte de todos y cada uno de los aldeanos que habían caído en el último mes.
Pero Ixiar era más lista que ellos. Mucho más...
Encaramada a la rama de un roble, les observaba en silencio. Sonrió con maldad. Un escalofrío recorrió las espinas dorsales de los campesinos; estaban perdidos. Sus únicas armas para defenderse de un ser atroz y sanguinario, eran rudimentarias herramientas de trabajo: horcas, hachas, varas, hoces, alguna daga si acaso. Su arsenal no valía nada en comparación con la fuerza y la destreza de su cazadora.
De repente, el aire se heló. Nada, salvo el crujir de la hojarasca bajo los pies de los cazadores, se oía.
El cazador cazado... una vez más.

23 de febrero de 2012

No mires atrás

La autovía se dibujaba delante del coche mientras la lluvia caía sin tregua sobre el asfalto e inundaba la vía. Detrás de sí, el coche dejaba una estela de gotas de agua que se alzaban al aire e impactaban con el parabrisas del automóvil que le seguía.
Pequeñas perlas cristalinas resbalaban por mi ventanilla, a la par que las lágrimas rodaban por mi cara. No quería irme, definitivamente no quería, pero no tenía otro remedio.
Aquel lugar estaba repleto de recuerdos, demasiados como para poder ignorarles. A cada paso que daba por las calles de la ciudad, su rostro rondaba mi memoria, su voz resonaba en mis oídos y sus manos rozaban mi cuello.
Demasiado tiempo con ella, o tal vez demasiado poco. El caso es que cuando ella decidió acabar con lo nuestro, la ciudad se me echaba encima. Me sentía ahogado en cualquier lugar… Y es que allá donde iba, sus ojos, oscuros, penetrantes, voraces, apasionados, me vigilaban.
Cada banco del parque, cada farola de la plaza, cada andén de la estación de trenes, cada piedra de la orilla del río. Todo estaba impregnado por su aroma.
El aire estaba viciado por su risa, y la luz del Sol estaba eclipsada por su forma de caminar. En aquel lugar, aquél donde fui feliz toda la vida, ahora que ella no estaba a mi lado no podría sobrevivir ni una semana más.
Así que hice las maletas y me alejé de aquel pozo sin fondo. ¿Mi destino? Algún pueblecito del norte, de esos que están perdidos entre las montañas y desde los que puedes oler el mar cada mañana. No esperaba encontrar nada maravilloso, asombroso, despampanante. Sólo quería evadirme de lo que fue mi único motivo para sonreír, y que ahora me estaba devorando por dentro.



Quiero dejar constancia de que este relato es un fragmento que pertenece al comienzo de un relato de mayor extensión, inconcluso. Algún día lo publicaré en el blog, sed pacientes :)

21 de febrero de 2012

La gema de Argaryen

Lîzeth miró a su oponente con soberbia.
- Ni se te ocurra pensar por un sólo instante que vas a acabar conmigo con ese truco de pacotilla.
La hechicera se levantó y sacudió la tierra de su túnica. Valthor era poderoso, pero no iba a dejarle ganar por el mero hecho de que nunca nadie lo hubiera conseguido. Él rió a carcajadas.
- Por favor, hechicera, no me hagáis reír.
Con un movimiento seco de muñeca, lanzó a Lîzeth por los aires y la estrelló contra una pared. Ella, dolorida, volvió a levantarse.
No podía dejar que Valthor se saliera con la suya. No. Eso era impensable. Si el mago llegaba hasta la gema de Argaryen, quién sabe lo que haría con tanto poder en sus manos.
Aquella piedra preciosa concedería un poder tan inmerso a su portador, que sería capaz de destruir el mundo. En buenas manos, la gema era un sustento para Gaia. Cuando el hombre le hacía daño, tomaba energía de la joya para regenerarse. Sin ese pequeño -en apariencia- apoyo, el deterioro de Gaia adquiriría una velocidad vertiginosa.
- Retrocede, Valthor. O…
- ¿O qué? ¿Váis a lanzarme algún hechizo? No me harán ni cosquillas.
Una sonrisa irónica surcó los labios de Lîzeth.
- Ha pasado mucho desde que yo fuera vuestra aprendiz.
Acto seguido, la joven alzó los brazos y creó en sus manos una esfera llameante que lanzó al mago. Éste, que ni por un instante esperaba aquel poder de su ex alumna, cayó al suelo de espaldas.
- Se acabaron los juegos.
La ira rebosaba en la voz del mago mientras se ponía en pie. Ambos combatientes adoptaron una posición defensiva. Lîzeth desafió a su maestro con la mirada.
- Que empiece la batalla.
Valthor agitó su báculo en el aire y una ráfaga luminosa salió disparada hacia la joven, pero no llegó a golpearla: Lîzeth creó a su alrededor una barrera protectora.
- ¿Vas a esconderte detrás de un escudo mágico? Muy valiente, desde luego…
El rostro de la hechicera se tornó sombrío.
- ¡Ya está bien, bastardo! ¡No te harás con la gema!
Lîzeth inspiró profundamente, y toda su aura se incendió. Daba la sensación de que estaba envuelta en llamas. Cerró los ojos y concentró todo su poder en las manos. En menos de un par de segundos, Lîzteh estaba lista para atacar.
Apenas Valthor se percató de las intenciones de su oponente, invocó toda su magia al igual que ella.
Acto seguido, ambos proyectaron el uno contra el otro toda su energía. Los hechizos se encontraron a mitad de camino y se enzarzaron en una cruenta batalla por destruir al agresor.
La expresión de Lîzeth mostraba el esfuerzo sobrehumano que estaba llevando a cabo. Sin embargo, a pesar de lo que pudiera pensarse al respecto, Valthor no se quedaba atrás. Era, sin lugar a dudas, el enfrentamiento más feroz que se hubiera vivido en el reino de Oxel.
Tras momentos de tensión,  un alarido desgarró el aire. Uno de los combatientes cayó al suelo, exento de cualquier rastro de vida.  El ganador no sonrió, sino que abandonó el cuerpo sin vida de su adversario y se alejó del lugar.

17 de febrero de 2012

Felonía

El cielo había estado descargando agua con furia sobre las calles de la ciudad, una ciudad que había sufrido un apagón y cuya única iluminación era la sonrisa traviesa y perlada de la luna aquella heladora noche de Enero.
                Los callejones se habían convertido en un lugar peligroso para los pocos que aún vagaban por la calle, y la oscuridad escondía esos peligros en sus entrañas. La ciudad entera estaba envuelta en sombras, salvo algunos resquicios que se tornaban plateados bajo la hermosa luz de la luna.
A través de la niebla que empezaba a caer sobre el asfalto mojado, una joven caminaba con paso firme y sonoro sobre sus botas negras de tacón de aguja. El agua se escurría por su pelo liso y de color anaranjado, en contraste con su gabardina a juego con las botas. Esta prenda llegaba hasta por encima de las rodillas de la chica, dejando entrever una fracción de su nívea piel. Sus manos, zambullidas en los bolsillos del abrigo, salieron al exterior y se escondieron en su nuca; desabrocharon un colgante de plata y lo sostuvieron en el aire un segundo. Los hombros de la muchacha se sacudieron en un leve llanto y perlas delicadas y cristalinas rodaron por sus mejillas. Volvió a  meter las manos en los bolsillos tras enjugar las lágrimas. Enredado a los dedos de la mano derecha estaba el recuerdo del motivo de su tristeza.
- ¡Jackie! – gritó alguien a su espalda.
Ella alzó la cabeza, dejando entrever los círculos negros de maquillaje arrasado por lágrimas y agua que había en torno a sus ojos. El pelo se le pegaba a la cara y lo ahuecó con la mano izquierda para que cubriera un poco sus rasgos. Aceleró el paso sin mirar atrás. ¿Para qué mirar atrás? Ya sabía que lo que iba a oír serían más mentiras.
- ¡Vamos, Jackie! No hay luz en las calles, cae la niebla… ¡No puedes estar a la intemperie o…!
-¡¿O qué?! ¿Me resfriaré? ¿En serio crees que me importa lo más mínimo resfriarme cuando acabo de enterarme que mi mejor amiga se ha estado tirando al hombre con el que me iba a casar?
Jackie había frenado en seco y girado sobre sus talones, tan bruscamente que a la chica morena que la seguía corriendo no la dio tiempo a reaccionar. Ésta agachó la cabeza al oír las palabras de su amiga.  Jackie seguía observándola, impasible.
- Sigo sin poder creer que hayas sido capaz de hacerme algo así.
- Jackie yo…
El sonido de una bofetada inauguró de nuevo el silencio. La morena se llevó una mano a la mejilla dolorida mientras la pelirroja guardaba su arma en el bolsillo derecho, rebuscando algo.
- Lo sientes, ¿no? – rió, irónica. – Ya, claro…  No va a hacerme falta nunca más. Que os vaya bien a Sergio y a ti.
La chica de la gabardina arrojó el delicado colgante de plata al suelo. Se dio la vuelta y siguió caminando hasta desaparecer entre los jirones de niebla. Por su cara seguían resbalando perlas cristalinas, naciendo en sus ojos y muriendo en el suelo… al igual que todos los sueños de los que Sergio y Mónica se habían estado burlando.

16 de febrero de 2012

Os estaba esperando...

Las palabras son el medio de salida de nuestras emociones, de lo que nos da vida, de lo que nos cabrea, nos alegra, nos hace reír, lo que nos hace llorar. Son la mejor forma de permitir que los demás sepan quiénes somos, qué hacemos aquí, a qué hemos venido, sin pensamos quedarnos o a dónde vamos. Son una forma de dejar claro cuál es nuestro sitio, estemos o no en él. 
Mi pregunta es, queridos lectores, ¿cuál es vuestro lugar?

A partir de ahora, vamos a tratar de construir juntos un pequeño rincón donde encontrarnos con el mundo. Aquí vais a poder leer cada historia que ronda mi imaginación. Tal vez no sean dignas de ser premiadas en ninguna parte, tal vez no se sostengan, tal vez no tengan ningún sentido, o tal vez os encontréis a vosotros mismos entre las letras de cada entrada. 
Os propongo un trato: yo escribo y subo novedades de vez en cuando (trataré de ser constante), y vosotros me dejáis una opinión sincera. 
No es mucho pedir, creo yo.

Entonces... ¿Qué me dices? ¿Te animas? ;)