Un grito de guerra desgarró el silencio de la
noche. En cuestión de segundos, las tropas invadieron la ciudad.
Korén fue tomada en apenas una hora. Los
guardias no pudieron hacer nada por evitarlo. Ni siquiera vieron venir a
aquellos diablos. Habían viajado de
noche, y permanecieron ocultos entre las sombras esperando el momento oportuno.
Y vaya si lo encontraron.
Mayka era la encargada de dar la señal. Nadie
sospechó en ningún momento de ella, pero tal vez deberían haberlo hecho.
Durante años, había vivido para el monarca, pero no por voluntad propia: era su
esclava, y su concubina.
***
Cuando sólo era una niña, los soldados del rey
Aetos arrasaron su pequeño poblado. Su padre, Deos, era el jefe de la tribu, y
había salido a cazar con la mitad de los hombres, incluído su hermano Athan.
Cuando regresaron se encontraron muchos de sus hogares envueltos en llamas, su
ganado masacrado, sus cultivos destrozados y a todos sus amigos y seres
queridos heridos, brutalmente asesinados o intentando huir o esconderse. Sin
pensarlo ni un solo instante, arrojaron las presas al suelo y trataron de
defender lo que les quedaba. Pero no fue suficiente.
Mientras los demás luchaban fuera y buscaban
desesperadamente a los suyos, Athan logró llegar hasta su pequeña cabaña. Allí
encontró a un general que había acorralado a su madre en un rincón de la sala.
La brillante armadura del soldado estaba impregnada de sangre y suciedad. Su
capa, desgarrada seguramente debido a alguna víctima que hubiera tratado de
defenderse, estaba sobre la mesa del comedor junto con su espada, también
cubierta de sangre. Dasha forcejeaba y trataba de escapar, pero aquél gorila
era demasiado fuerte para ella. Al ver a su hermosa madre en aquella situación,
la sangre de Athan hirvió de ira y su primer impulso fue coger la espada del
general y golpearle con todas sus fuerzas. Pero aquella torre humana le oyó
venir, y con asombrosa ligereza en sus movimientos para su tamaño, derribó al
chico de un golpe en la cabeza. Athan cayó al suelo, y antes de perder el
conocimiento, lo último que vio fue a su hermana pequeña escondida en la
alacena.
La pequeña Mayka pegó las rodillas al pecho y
se tapó la boca, reprimiendo un sollozo. Su madre gritó al ver a Athan inconsciente.
- ¡Bastardo, hijo de puta!
Dasha abofeteó al general con furia. Éste la
sujetó las manos por encima de su cabeza y la empotró contra la pared.
- Te vas a enterar, maldita bárbara.
El general desgarró la ropa de la mujer, no
sin que ella tratara de escapar. Ni por un instante dejó de forcejear. Mayka veía,
horrorizada desde la alacena, cómo el agresor de su madre la tiraba sobre la
mesa y la abría de piernas. Dasha gritaba y se revolvía, y el gorila la golpeó
en el estómago. Dolorida, se encogió sobre la mesa al mínimo instante de
libertad que tuvo.
- Parece que te gusta hacer las cosas por las
malas. Pues bien… ¡Tú lo has querido, zorra!
Cuando la mujer trató de escapar de nuevo, el
soldado la volvió a aprisionar contra la mesa.
- Arde en el Infierno, cabrón… -logró
articular Dasha entre sollozos.
Le escupió en la cara y, cuando el general iba
a tomar represalias de nuevo, dos soldados irrumpieron en la cabaña. Traían a
Deos maniatado, lleno de golpes y heridas y con la cara ensangrentada.
- General Isauro, es el cabecilla.
El apelado les miró. Dirigió una mirada
desafiante a Deos y cogió con fuerza a Dasha por un brazo.
- ¿Es tu mujer, no? – preguntó, aún sabiendo
la respuesta.
La expresión de Deos reflejaba pura rabia, la
cual se acentuó al ver a su hijo tirado en el suelo. Isauro rió a carcajadas.
- Pues le voy a dar una lección, ¿de acuerdo?
Deos trató de levantarse y atacar a Isauro,
pero los soltados le retuvieron de rodillas en el suelo.
De nuevo, el general tiró a Dasha contra la
mesa. Mayka estaba totalmente aterrorizada. No podía hacer nada, y todo aquello
estaba sucediendo demasiado cerca como para que bastara con taparse los oídos y
cerrar los ojos para no enterarse de lo que ocurría.
Los insultos de Deos no impidieron a Isauro
violar brutalmente a Dasha. Una vez hubo acabada con ella, miró a Deos con
burla.
- Es para lo único que sirve esa mujerzucha –
comentó mientras la obligaba a sentarse en el suelo, frente a su marido,
mirándole a los ojos, y lo suficientemente distanciados como para que no
pudiera abrazarle con desesperación –, y tú… Si te matara aquí mismo serías más
útil.
Arrojó una daga a uno de sus mercenarios y le
ordenó que hiciera el resto del trabajo. Mientras uno de ellos sujetaba a Deos,
Isauro agarraba con fuerza a Dasha.
- Atenta, furcia. Disfruta del espectáculo.
Tres sonidos se combinaron en aquel instante:
el llanto de terror y súplica de la mujer, las carcajadas del general y la daga
rajando el cuello de Deos.
Isauro soltó a Dasha, quien se abalanzó sobre
el cuerpo sin vida de su esposo. Su hija vio a su madre, prácticamente desnuda
y ensangrentada, acunándole en sus brazos, hasta que la espada del general
atravesó su estómago.
Ésta vez, Mayka no pudo ahogar un alarido de
dolor y rabia. Inmediatamente, los soldados abrieron la puerta de armarito y la
sacaron a la fuerza.
- ¿Qué hacemos con ella, señor?
Con pasos largos y pesados, Isauro se acercó a
la muchacha. La cogió la cara con una mano y la examinó.
- Apenas tendrá diez años, pero a Aetos le
gustará. Y si no, seguro que para fregar sirve. Atadla y enganchad un extremo
de la cuerda al ahogadero de mi caballo. ¿Ha quedado alguien más con vida?
- Mujeres, y algunos niños.
-Bien. Atadles a todos. Si el rey no los
quiere, los venderemos como esclavos.
Mayka temblaba y lloraba mientras uno de los
soldados la ataba al caballo. Isauro, antes de montar, se acercó a ella.
- ¿Creíais que una rebelión bastaría para derrocar
a nuestro rey? ¿Creíais que erais más fuertes que su ejército? Ya ves que no,
renacuajo.
La niña le escupió en la cara. El gorila
apretó los puños y, en lugar de pegarle, acortó la cuerda que la mantenía unida
a su montura.
- Ya puedes caminar deprisa.
El general subió a su caballo y le espoleó con
fuerza, de manera que éste inició un galope que hacía que la pobre Mayka fuera
a rastras detrás del animal.
Todo el séquito siguió al general al mismo
paso. Una vez divisaron a lo lejos la muralla, Isauro tiró de las riendas y el
alazán aminoró la marcha, obligando a los demás a ir más despacio.
Al entrar en la ciudad, unos guardias cerraron
las puertas detrás de la comitiva. El rey les esperaba en palacio.
- Isauro, nunca me defraudáis, amigo. ¿Qué
trofeos me traéis esta vez?
- Majestad, como prueba del éxito de la misión,
os traigo esclavos y a la hija del cabecilla. Esos bárbaros no volverán a dar
más problemas.
- ¿Creéis que saqueando unos cuantos poblados
se darán por vencidos?
- Mi señor, confiad en mí. Eran los poblados
más grandes, no se atreverán a desafiar nuestra fuerza militar.
Mayka escuchaba con atención. Rápidamente,
relacionó las palabras de aquellos hombres con los sucesos de los últimos
meses. Llevaba tiempo oyendo a su padre hablar sobre una rebelión, sobre la
toma de un castillo, sobre la necesidad de unir a todos los poblados. Deos
creía que por separado eran débiles, pero que todos juntos podrían acabar con
la tiranía del monarca. Desde hacía unos meses, habían perdido el contacto con
algunos poblados. Estaban a varias semanas a caballo, y aquellos que habían ido
en busca de noticias, no habían regresado aún.
Según aquella conversación, seguramente esos
poblados amigos también habían sido saqueados, al igual que el suyo. Mayka se
horrorizó ante la magnitud de la idea: ¿cuántas familias más habrían sufrido
como la suya?
- Está bien, Isauro. Pero no debemos bajar la
guardia: mantened a vuestras tropas en forma.
-Por supuesto, excelencia.
- Y esa… bárbara, la niña. Ordenaré que le
bañen y le den algo de ropa. Mi harén necesita una nueva virgen…
La pequeña no tardó en comprender a qué se
refería el monarca. Se dio cuenta de que habría corrido mejor suerte si la
hubieran matado como a sus padres.
En ese momento reparó en su hermano. Mientras
la desataban y unas criadas la conducían a un ala del castillo, echó la vista
hacia atrás y buscó desesperadamente el rostro de su hermano entre los presos
que habían traído. No encontró a Athan, sólo las miradas de súplica de algunos
de sus vecinos y amigos. Quién sabe si alguna vez volvería a verles con vida, o
simplemente a verles.
[...]
Joish. Me encanta la crueldad con que lo narras.
ResponderEliminar(Leído a media tarde... leído de noche es MUY cruel). Pero es realista. Y muy bueno.
¡Quiero la continuación!
Rawr~
Paciencia, signorina. Paciencia :)
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