12 de abril de 2012

Korén (I)


Un grito de guerra desgarró el silencio de la noche. En cuestión de segundos, las tropas invadieron la ciudad.

Korén fue tomada en apenas una hora. Los guardias no pudieron hacer nada por evitarlo. Ni siquiera vieron venir a aquellos diablos. Habían viajado  de noche, y permanecieron ocultos entre las sombras esperando el momento oportuno. Y vaya si lo encontraron.

Mayka era la encargada de dar la señal. Nadie sospechó en ningún momento de ella, pero tal vez deberían haberlo hecho. Durante años, había vivido para el monarca, pero no por voluntad propia: era su esclava, y su concubina.

***

Cuando sólo era una niña, los soldados del rey Aetos arrasaron su pequeño poblado. Su padre, Deos, era el jefe de la tribu, y había salido a cazar con la mitad de los hombres, incluído su hermano Athan. Cuando regresaron se encontraron muchos de sus hogares envueltos en llamas, su ganado masacrado, sus cultivos destrozados y a todos sus amigos y seres queridos heridos, brutalmente asesinados o intentando huir o esconderse. Sin pensarlo ni un solo instante, arrojaron las presas al suelo y trataron de defender lo que les quedaba. Pero no fue suficiente.

Mientras los demás luchaban fuera y buscaban desesperadamente a los suyos, Athan logró llegar hasta su pequeña cabaña. Allí encontró a un general que había acorralado a su madre en un rincón de la sala. La brillante armadura del soldado estaba impregnada de sangre y suciedad. Su capa, desgarrada seguramente debido a alguna víctima que hubiera tratado de defenderse, estaba sobre la mesa del comedor junto con su espada, también cubierta de sangre. Dasha forcejeaba y trataba de escapar, pero aquél gorila era demasiado fuerte para ella. Al ver a su hermosa madre en aquella situación, la sangre de Athan hirvió de ira y su primer impulso fue coger la espada del general y golpearle con todas sus fuerzas. Pero aquella torre humana le oyó venir, y con asombrosa ligereza en sus movimientos para su tamaño, derribó al chico de un golpe en la cabeza. Athan cayó al suelo, y antes de perder el conocimiento, lo último que vio fue a su hermana pequeña escondida en la alacena.

La pequeña Mayka pegó las rodillas al pecho y se tapó la boca, reprimiendo un sollozo. Su madre gritó al ver a Athan inconsciente.

- ¡Bastardo, hijo de puta!

Dasha abofeteó al general con furia. Éste la sujetó las manos por encima de su cabeza y la empotró contra la pared.

- Te vas a enterar, maldita bárbara.

El general desgarró la ropa de la mujer, no sin que ella tratara de escapar. Ni por un instante dejó de forcejear. Mayka veía, horrorizada desde la alacena, cómo el agresor de su madre la tiraba sobre la mesa y la abría de piernas. Dasha gritaba y se revolvía, y el gorila la golpeó en el estómago. Dolorida, se encogió sobre la mesa al mínimo instante de libertad que tuvo.

- Parece que te gusta hacer las cosas por las malas. Pues bien… ¡Tú lo has querido, zorra!

Cuando la mujer trató de escapar de nuevo, el soldado la volvió a aprisionar contra la mesa.

- Arde en el Infierno, cabrón… -logró articular Dasha entre sollozos.

Le escupió en la cara y, cuando el general iba a tomar represalias de nuevo, dos soldados irrumpieron en la cabaña. Traían a Deos maniatado, lleno de golpes y heridas y con la cara ensangrentada.

- General Isauro, es el cabecilla.

El apelado les miró. Dirigió una mirada desafiante a Deos y cogió con fuerza a Dasha por un brazo.

- ¿Es tu mujer, no? – preguntó, aún sabiendo la respuesta.

La expresión de Deos reflejaba pura rabia, la cual se acentuó al ver a su hijo tirado en el suelo. Isauro rió a carcajadas.

- Pues le voy a dar una lección, ¿de acuerdo?

Deos trató de levantarse y atacar a Isauro, pero los soltados le retuvieron de rodillas en el suelo.

De nuevo, el general tiró a Dasha contra la mesa. Mayka estaba totalmente aterrorizada. No podía hacer nada, y todo aquello estaba sucediendo demasiado cerca como para que bastara con taparse los oídos y cerrar los ojos para no enterarse de lo que ocurría.

Los insultos de Deos no impidieron a Isauro violar brutalmente a Dasha. Una vez hubo acabada con ella, miró a Deos con burla.

- Es para lo único que sirve esa mujerzucha – comentó mientras la obligaba a sentarse en el suelo, frente a su marido, mirándole a los ojos, y lo suficientemente distanciados como para que no pudiera abrazarle con desesperación –, y tú… Si te matara aquí mismo serías más útil.

Arrojó una daga a uno de sus mercenarios y le ordenó que hiciera el resto del trabajo. Mientras uno de ellos sujetaba a Deos, Isauro agarraba con fuerza a Dasha.

- Atenta, furcia. Disfruta del espectáculo.

Tres sonidos se combinaron en aquel instante: el llanto de terror y súplica de la mujer, las carcajadas del general y la daga rajando el cuello de Deos.

Isauro soltó a Dasha, quien se abalanzó sobre el cuerpo sin vida de su esposo. Su hija vio a su madre, prácticamente desnuda y ensangrentada, acunándole en sus brazos, hasta que la espada del general atravesó su estómago.

Ésta vez, Mayka no pudo ahogar un alarido de dolor y rabia. Inmediatamente, los soldados abrieron la puerta de armarito y la sacaron a la fuerza.

- ¿Qué hacemos con ella, señor?

Con pasos largos y pesados, Isauro se acercó a la muchacha. La cogió la cara con una mano y la examinó.

- Apenas tendrá diez años, pero a Aetos le gustará. Y si no, seguro que para fregar sirve. Atadla y enganchad un extremo de la cuerda al ahogadero de mi caballo. ¿Ha quedado alguien más con vida?

- Mujeres, y algunos niños.

-Bien. Atadles a todos. Si el rey no los quiere, los venderemos como esclavos.

Mayka temblaba y lloraba mientras uno de los soldados la ataba al caballo. Isauro, antes de montar, se acercó a ella.

- ¿Creíais que una rebelión bastaría para derrocar a nuestro rey? ¿Creíais que erais más fuertes que su ejército? Ya ves que no, renacuajo.

La niña le escupió en la cara. El gorila apretó los puños y, en lugar de pegarle, acortó la cuerda que la mantenía unida a su montura.

- Ya puedes caminar deprisa.

El general subió a su caballo y le espoleó con fuerza, de manera que éste inició un galope que hacía que la pobre Mayka fuera a rastras detrás del animal.

Todo el séquito siguió al general al mismo paso. Una vez divisaron a lo lejos la muralla, Isauro tiró de las riendas y el alazán aminoró la marcha, obligando a los demás a ir más despacio.

Al entrar en la ciudad, unos guardias cerraron las puertas detrás de la comitiva. El rey les esperaba en palacio.

- Isauro, nunca me defraudáis, amigo. ¿Qué trofeos me traéis esta vez?

- Majestad, como prueba del éxito de la misión, os traigo esclavos y a la hija del cabecilla. Esos bárbaros no volverán a dar más problemas.

- ¿Creéis que saqueando unos cuantos poblados se darán por vencidos?

- Mi señor, confiad en mí. Eran los poblados más grandes, no se atreverán a desafiar nuestra fuerza militar.

Mayka escuchaba con atención. Rápidamente, relacionó las palabras de aquellos hombres con los sucesos de los últimos meses. Llevaba tiempo oyendo a su padre hablar sobre una rebelión, sobre la toma de un castillo, sobre la necesidad de unir a todos los poblados. Deos creía que por separado eran débiles, pero que todos juntos podrían acabar con la tiranía del monarca. Desde hacía unos meses, habían perdido el contacto con algunos poblados. Estaban a varias semanas a caballo, y aquellos que habían ido en busca de noticias, no habían regresado aún.

Según aquella conversación, seguramente esos poblados amigos también habían sido saqueados, al igual que el suyo. Mayka se horrorizó ante la magnitud de la idea: ¿cuántas familias más habrían sufrido como la suya?

- Está bien, Isauro. Pero no debemos bajar la guardia: mantened a vuestras tropas en forma.

-Por supuesto, excelencia.

- Y esa… bárbara, la niña. Ordenaré que le bañen y le den algo de ropa. Mi harén necesita una nueva virgen…

La pequeña no tardó en comprender a qué se refería el monarca. Se dio cuenta de que habría corrido mejor suerte si la hubieran matado como a sus padres.

En ese momento reparó en su hermano. Mientras la desataban y unas criadas la conducían a un ala del castillo, echó la vista hacia atrás y buscó desesperadamente el rostro de su hermano entre los presos que habían traído. No encontró a Athan, sólo las miradas de súplica de algunos de sus vecinos y amigos. Quién sabe si alguna vez volvería a verles con vida, o simplemente a verles.

[...]












2 comentarios:

  1. Joish. Me encanta la crueldad con que lo narras.
    (Leído a media tarde... leído de noche es MUY cruel). Pero es realista. Y muy bueno.
    ¡Quiero la continuación!
    Rawr~

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